LOS COLORES PROHIBIDOS: apuntes sobre un laboratorio de la verdad corporal


Por Michelle Arrébola

El cuerpo es más rápido 

que el tránsito de una mancha de tinta.

Tatsumi Hijikata



Cuando me corto las uñas me siento otra persona. Hasta con otra edad, otro nombre y otra familia. Crecen y regreso a ser la misma persona de siempre, pero diferente. Y ni qué decir de cuando me las pinto. Hay uñas que duele cortar. Nos recuerda que existen los bordes y estos habitan casi todo lo que entendemos por c u e r p o. Te pica la pierna y se te acuerda que tienes pierna, o no. Por ejemplo, no sabía que existían múltiples instructivos sobre cómo respirar hasta que comencé a estudiar teatro. Ahora siempre respiro más cortito porque quiero que mis grandes bocanadas de aire sean para momentos especiales. ¿De qué se conforma lo especial? Me han dicho que mi dedo pequeño del pie es especial porque a duras penas logra ser eso: un dedo. Es curioso como Hume, Locke, Berkeley, Schopenhauer, Nietzsche, Freud y compañía, nombran la relación ontológica que tenemos con el cuerpo cuando es el cuerpo el que piensa y éste no piensa con palabras per se. Me hubiera gustado ver a Nietzche danzando a Zaratustra en el gran ballet de Moscú o de perdido en un video restaurado arrumbado en un canal de Youtube de dudosa procedencia. Qué interesante sería ver, sentir y experimentar lo que sus cuerpos tenían para decir sin usar la palabra.  Hay palabras que, como las uñas, también duele cortar.  

Para hablar de lo que habita el cuerpo y sus cortes, bastó que Tatsumi Hijikata y Kazuo Ono decidieran emprender el viaje budista de comprender el samsra a través de lo que sus cuerpos tenían para gritar, luego de una guerra atómica que dejó cicatrices en más de una cultura: la danza Butoh. Luego bastó que a mí se me ocurriera de la nada que yo no quiero tener vagina ni llamarme Michelle para emprender un viaje hacia un nuevo autodescubrimiento con los ovarios suficientes como para obligar al mundo entero a cambiar su lenguaje: la disrupción de mi género. Bastan momentos especiales de claridad para generar paradigmas ambiguos y que estos tengan validez en el mundo. Así sucede con el concepto occidental que heredé: cuerpo y mente son cosas separadas. Sin embargo, ese paradigma, según Rebeca Gómez Cifuentes, ya está quedando en el olvido. Algunos pensadores contemporáneos dan cuenta de cómo la idea de corporeidad en la sociedad actual ha cambiado dando por finalizado el binomio cuerpo-mente. (2019) El cuerpo piensa. Y lo que piensa el movimiento lo comunica. 

Esta búsqueda implacable de comunicar combinada con la interminable ilusión de la quietud, me dieron la pauta de compartir mis procesos. La identidad de género en mi quehacer artístico se complejizó cuando decidí pintarme las uñas y formalizar mis investigaciones. Mi cuerpo como laboratorio performático. Todo esto para ir construyendo mi propia poética. El proyecto La dialéctica del género en escena: ecos y retratos hacia la identidad, le abrió la puerta hace unos meses a colaborar con Eduardo Góngora para impartir un taller de Butoh que tuvo por título Los colores prohibidos: exploración de la no binariedad del género a través de la danza butoh. Dado que este tuvo un formato virtual, se dio la oportunidad de convocar a gente que quisiera entrar a esta exploración. 

Ahí aprendí tres cosas:

1.- No existe una técnica para bailar Butoh: todo es butoh, luego entonces, nada lo es. 

2.- Alcanzar la sublimación de la consciencia es caer.

3.- Los mejores actores para las películas de terror son los que practican esta danza.

También entendí más sobre el dolor y su capacidad estética. Y no me refiero tal cual al dicho “el que quiere azul celeste que le cueste” que utiliza mi peluquero cuando me cambia el look. El dolor de contraer un suspiro que te aliente a conquistar tu identidad sin temor al peluquero en turno, y decir “páseme la cero” y aguantar la serie de preguntas muy parecidas a las del INEGI que vienen después porque te ven “demasiado bonita” para arruinar tu cabello. Es ese tipo de dolor el que resulta estético cuando es utilizado como un arquetipo para bailar butoh. Moverse y no pensar el siguiente movimiento. Moverse y estremecer la mirada, la lengua y las entrañas al transitar ese mismo dolor que a veces siento cuando me encuentro obligado a dar explicaciones. Del dolor de las bombas atómicas surgen las necesidades expresivas de Kazuo y Tatsumi, pero no para no olvidar el acontecimiento, sino para vislumbrar los interminables cataclismos que nunca dejan de sucedernos por dentro. 

Llevar a cabo una meditación dinámica de tal magnitud, resulta mucho más esclarecedor cuando es desarrollado con base en uno o varios arquetipos y mitologías. Ésta fue la metodología que Gongóra empleó durante el taller. Boyas que guiaban el tránsito de imágenes y sensaciones en el movimiento. Paso a, b y c. Introducción, clímax y final. Fui lobo, fui Caín, fui también Abel, fui mujer, hombre y también fui ninguno. Para la última sesión la consigna fue crear y transitar nuestros propios arquetipos. Elegí tres.


I

XXY

Me rehúso a creer que al final de cuentas podemos reducirnos simplemente a un grupo específico de hormonas. Que si al venir a este mundo forzosamente la elección de dos equis o una pueden determinar el alcance de tu voz. El teatro me ha hecho entender que siempre hay algo más. En la medicina china se dice que adentro del cuerpo fluye la energía del microcosmos, y a su vez, por fuera del cuerpo fluye la del macrocosmos. Utilizada a conciencia, la energía puede impactar a la audiencia desde sensaciones distintas a las usuales en los espectáculos. Los bailarines de Butoh pueden aprovecharse de esta facultad para impactar a los espectadores desde una dimensión “invisible”. Es decir, no únicamente por lo que el cuerpo del intérprete muestra de manera física, sino también por lo que despliega con su calidad más sutil. De manera generalizada, vamos a detectar ciertas ideas rectoras en cuanto al manejo del cuerpo: pesadez (la influencia de la gravedad), cuerpos encorvados, cuerpos débiles, movimientos convulsivos, entrecortados, erráticos, enfermizos. Esto se debe mucho a que, en sus inicios, los ejemplos más usados eran los de un cuerpo envenenado por mercurio y los cuerpos aún vivos que se arrastraban agonizantes luego de la bomba nuclear.

El ritual comienza: habito la extinción del cromosoma.


II

CALEIDOSCOPIO

El género es un caleidoscopio. Contiene los colores más emblemáticos del mundo. Se transita del cromosoma al género a través de la luz. En esta danza predominantemente mental, no hay cuidado primordial en lo formal del movimiento del cuerpo, sino en la imaginación y el misticismo con que se aborda; los significados y/o las ideas que se usan de base para desplegar un trazo escénico.

El primer paso y el más principal, es el abandono del sentimiento del Yo. Para este objetivo en particular se acostumbra que los entrenamientos de Butoh sean prolongados y repetitivos; es decir, nos ayudan a entrar en trance. Así, los colores, aunque se repitan nunca son los mismos. Gracias a este abandono de las concepciones personales y de los gustos y los disgustos que tenemos como individuos circunscriptos en un entramado biopsicosocial, es que podemos abordar cualquier concepto al momento de bailar sin que intervengan nuestras inhibiciones y nuestros sentimientos de discriminación, división o evasión.

Luego de que las enseñanzas de Siddharta Gautama se propagaran por toda India, un monje budista, Boddhidharma, viajó a China para compartir el conocimiento. A él se le conoce como el primer maestro del Budismo Zen que luego se introdujo en Japón. Esto tuvo, naturalmente, una influencia enorme en las artes escénicas de ese país, llegando, incluso, a contaminar los fundamentos del teatro Noh.

Danzo, y mientras danzo digo: no todos los días un caleidoscopio se transforma en catalejo.



III

REBIS

Principio dual: materia y pensamiento que se hace mundo y se sexualiza. Por supuesto que género y sexo no son lo mismo, sin embargo, el último eslabón de esta pieza corporal es el Rebis alquímico, o andrógino. Implica la conjunción de los opuestos y el cese del tormento de la separación de los sexos. Violeta Bedano explica que 

Esto último, el hecho de que la separación traiga consigo tormento, nos conduce a los mitos del origen. La mayoría de ellos suponen que en el comienzo existía una totalidad compacta, sin fisuras -la totalidad primordial-. El nacimiento del mundo y de la humanidad implica la fragmentación de esa unidad (2008).

Algunos bailarines de Butoh que abordan esta frontera han sido:

  1. Tadashi Endo: el punto Ma, el espacio de en medio, la grieta entre conceptualizaciones sociales (bueno/malo, blanco/negro, alto/bajo, bello/feo, etc.).

  2. Yumiko Yoshioka: el Body Resonance, la resonancia vibratoria que invade el cuerpo. Toda la materia es vibración. Si vibramos de acuerdo a lo que imaginamos, podemos encarnarlo.

  3. Gadu Doushin: el Subbody, o el cuerpo subconsciente. Así como en el subconsciente mental tenemos almacenadas ideas y/o imágenes de las que no tenemos noción, así en el cuerpo también. El Butoh, según esta directiva, apelaría a sacar a flote, con nuestra danza, ese mundo oculto. 

  4. Ko Murobushi: el Axis Mundi. El punto de conexión entre el mundo superior y el mundo inferior; el mundo galáctico y el mundo terrenal; el mundo espiritual y el mundano. El bailarín de Butoh trabaja esta premisa de ser un vehículo entre ambas dimensiones. 

El ir y venir entre lo masculino, femenino y la ausencia de ambos ha sido revelador. Sobre todo, en este último, pues parte del ritual también es que, antes de comenzar la danza el bailarín se pinte el cuerpo de blanco. El color blanco en el cuerpo: ritual de transformación, abandono de la identidad personal, del ego. 

Luego de habitar todos los colores del mundo, regreso a dibujar la nada.


Regreso a mi pregunta primordial y la complemento ¿de qué se conforma lo especial? ¿cómo funciona esto en las artes escénicas? No importa cuántas veces te cortes las uñas y seas una nueva persona, si siempre el objetivo es determinarse, entonces se posee una herramienta limitada. Habitar colores nuevos, aunque prohibidos estén, también es conquistar el presente. El aquí y ahora. 

Crear desde lo indeterminado puede tener el mismo o un valor más elevado de lo que por siglos ha sido inamovible. El mito del origen de la vida y su ambigüedad entre tantas mitologías no es coincidencia. Lo que no se dice le da entrada a la posibilidad. Y la posibilidad arriba de la escena, es mi mejor aliada. 


Bibliografía:

Bedano M, Violeta. (2008). El simbolismo del Andrógino en la alquimia renacentista. Revista Borradores, VIII-IX (Universidad Nacional de Río Cuarto). https://drive.google.com/drive/u/2/folders/19GBLekOL6fsnK1dKlLFLtHYXgjF46w0l

Butoh, La danza de la oscuridad. (2009, 14 marzo). Artes Escénicas de Japón. Recuperado 4 de noviembre de 2021, de https://web.archive.org/web/20090314090823/http://www.japonartesescenicas.org/danza/articulos/butoh.html

Gómez Cifuentes, R. (2019). La danza butoh: Ética y estética del cuerpo volcado hacia afuera. AusArt, 7(1), 229–241. https://doi.org/10.1387/ausart.20628


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